La razón de ser de la militancia comunista es combatir la sociedad de clases que descansa en la jerarquía. Así pues, debe evitar sobre todo reproducir en su funcionamiento la jerarquía de la sociedad dominante, combatiéndola en todo momento. Como dice la letra de La Internacional: “ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador“. Una estructura comunista debe por tanto estar dirigida por todos sus militantes, y no encomendarse a jefes.
Luchar por la abolición de todas las formas de dominación comienza por impedir las formas de dominación en las organizaciones y las estructuras de lucha. Los comunistas democráticos son fundamentalmente y por naturaleza partidarios del libre desarrollo del pensamiento y de la más amplia democracia. No es posible combatir la alienación desde una forma alienada.
Los comunistas democráticos participan en las movilizaciones y militan para que éstas se desarrollen siempre de forma democrática. Nuestra consigna fundamental es que “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los propios trabajadores”[1]. Esto significa que los trabajadores deben ejercer colectivamente su propia dirección: los auténticos comunistas sostienen siempre la auto-organización de las luchas. Asambleas Generales, comités de huelga, coordinaciones generales: los ejemplos de estructuras de democracia directa creadas y dirigidas por los trabajadores y los jóvenes son muy frecuentes, aunque por el momento limitadas en el tiempo.
El paso de la movilización reivindicativa a la toma del poder se hará a través del desarrollo, el mantenimiento y la convergencia de esas estructuras de lucha, que deben convertirse en los instrumentos de autogobierno, reemplazando los órganos de gobierno de la burguesía. La totalidad del poder debe ser ejercida por estas estructuras de democracia directa creadas por los explotados en lucha, a todos los niveles: Asambleas Generales soberanas, comités de huelga, consejos obreros, coordinación internacional de Asambleas Generales y consejos. Ese es el proceso de una revolución democrática y socialista. La revolución debe abolir el salariado, el capitalismo y las fronteras, y reemplazarlos por la democracia directa a todos los niveles.
Los términos “socialismo” y “comunismo” han sido consideraros como opuestos debido a numerosas traiciones históricas. El término “socialismo-comunismo” nos parece que puede superarlas, afirmando la unidad de ambos términos.
La revolución socialista-comunista es la conquista de la verdadera democracia. “En lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases sociales y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos”[2]. La libertad real del individuo no puede lograrse más que por la conquista de la libertad por todos. En la sociedad capitalista, la inmensa mayoría no es libre. Es más, un ser humano, una clase social, un pueblo que es oprimido por otro no puede ser verdaderamente libre: la emancipación de los trabajadores permitirá la emancipación de la Humanidad en su conjunto.
El movimiento de liberación de la Humanidad sólo podrá ser producto de la acción de la mayoría. “El socialismo no se realizará desde el poder o mediante decretos, aunque emanen éstos de un gobierno socialista, por muy perfecto que éste sea. El socialismo sólo podrá ser realizado por las masas, por cada proletario”[3]. Él trata por tanto de abolir las relaciones de dominación, como medio y como fin de la revolución.
Las condiciones previas del socialismo-comunismo son la expropiación del capital y el fin del trabajo asalariado, terminando con la desaparición de las clases sociales y de la explotación. “La clase obrera debe grabar en su bandera la consigna de carácter revolucionario
Nuestro objetivo es el fin de todas las opresiones y alienaciones. Para que el ser humano sea verdaderamente libre, tiene que liberarse de todas las instituciones creadas para mantener y justificar la opresión: los Estados, la “democracia” representativa, los ejércitos,… Por el contrario, el socialismo-comunismo será una sociedad sin fronteras ni opresión.
La violencia es claramente nuestra enemiga. “La sociedad capitalista no es otra cosa que la dominación más o menos velada de la violencia”[5] La única respuesta verdadera y duradera contra la violencia de clase es la acción colectiva y solidaria para terminar con la división de la sociedad de clases. Se deben combatir todas las formas de discriminación (racismo, sexismo,…). Evidentemente, nosotros las combatimos en el marco de la sociedad actual, tratando de obtener avances a veces muy importantes, pero sabiendo que sólo la abolición del capitalismo, del trabajo asalariado y del patriarcado, suprimirá todas las discriminaciones, permitiendo la construcción de una sociedad libre e igualitaria, de una humanidad unida.
“Luxemburguismo” (como los restantes “marxismos”) es un concepto muy imperfecto, pues hace referencia a una sola persona. Pero los hechos están ahí y desgraciadamente ningún otro término define tan claramente como éste lo que es el “marxismo democrático”: la participación en el movimiento real –“el movimiento autónomo de la inmensa mayoría”[6]- que lucha por abolir el orden establecido y por construir una sociedad sin Estado, sin clases sociales, sin dinero.
[1] Kart Marx, Declaración inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores. 1864
[2] Kart Marx, Manifiesto del Partido Comunista.1848
[3] Rosa Luxemburgo, Discurso sobre el programa, 1918.
[4] Carta de Marx a Kugelmann
[5] Kart Liebknecht
[6] Kart Marx, Manifiesto del Partido Comunista
No hay comentarios:
Publicar un comentario