lunes, 26 de noviembre de 2007

Las políticas migratorias fomentan la xenofobia

Todas las políticas sobre la cuestión migratoria implementadas en estos últimos años en España han fomentado y fomentan la xenofobia y el racismo. La evidencia es que esos dos fenómenos han aumentado. Es decir, debe existir alguna relación entre la naturaleza y el aumento de las medidas políticas y legales que se adoptan sobre la cuestión y el aumento de esos execrables fenómenos. Disociar ambos aspectos, como se empeñan en hacer nuestros gobernantes, nos parece ilusorio y falaz. Claro que tampoco podía esperarse algo distinto de ellos.

Decíamos en un texto recientemente publicado: “La España real es la que permite que miles de personas mueran ahogadas tratando de llegar a este “paraíso”. La que gasta millones de euros en material y asesoramiento policial y militar a los países de origen de los inmigrantes (cuyos gobiernos no destacan precisamente por su preocupación por los ciudadanos), en lugar de destinarlos a un verdadero desarrollo social de esas personas. La que fomenta en el fondo el racismo y la xenofobia, a través de las leyes y del propio tratamiento informativo del problema migratorio. La que lidera en la UE que haya ciudadanos de segunda (rumanos y búlgaros) sin decirnos que así seguirán siendo la mano de obra esclava de nuestros campos y andamios. La que permite, alienta y protege a los empresarios que explotan a los trabajadores inmigrantes, negándoles (de una u otra forma) los derechos que los autóctonos tenemos. La que se olvida, no sólo de los 40 años de dictadura fascista, sino de los siglos durante los que los españolitos tuvieron que irse con una mano delante y otra detrás.”[1]

Informes y textos sobre la cuestión migratoria (con aparatos estadísticos exhaustivos incluso), en relación a España o al conjunto del Planeta, están al alcance de todos (comenzando por la propia red)[2]. La inmensa mayoría admiten que las migraciones son un problema, algo sobre lo que hay que actuar, y admiten también que la xenofobia no para de crecer. Pero cuando plantean propuestas o alternativas, siguen anclados en los límites del “estado-nación”. Nuestra perspectiva es otra, radicalmente distinta. Para nosotros, esos límites hoy ya no son válidos para formular propuestas, sencillamente porque la realidad del capitalismo global los supera ampliamente, haciendolos inviables. Y a nosotros lo que más nos interesa es qué se puede hacer, qué propuestas tienen sentido desde la óptica de los intereses del proletariado. Por tanto, lo que nos preguntamos ahora no es tanto cómo es la situación del problema migratorio aquí sino qué se puede hacer desde aquí, qué podemos reivindicar en el estado español, pero teniendo presente que el marco estatal ya no es autónomo o independiente.

Por más que los “políticamente correctos” se empeñen en proponer paliativos (“campañas de sensibilización”, objetivos en los planes educativos,…) la situación respecto de los inmigrantes se hace cada vez peor. Y echar la culpa a la población en general (a un supuesto “racismo sociológico”), o a los propios inmigrantes, como si nada tuvieran que ver las políticas migratorias, es, sencillamente una falacia auto-exculpatoria del crimen que los diversos gobernantes de este país están cometiendo[3].

Varios son los aspectos fundamentales que queremos resaltar de esas políticas:
  1. Mantienen la segregación entre los habitantes del territorio, dividiéndolos según su condición legal. Es decir, dividen a los habitantes del estado en dos categorías básicas: los que tienen todos los derechos y los que tienen derechos limitados (o no tienen ninguno).
  2. Promueven y ejercen un control sobre los movimientos migratorios. Ese control es restrictivo, no permite que todo el que lo desee se instale en territorio hispano.
  3. Se insertan en una estrategia común a toda la Unión Europea. Lo que ha dado en llamarse la “Europa Fortaleza”.
  4. Suponen un incremento del gasto público en la aplicación de las medidas de control.
  5. Incluyen actuaciones fuera del estado y de la UE (extra-territoriales), cada vez mayores y más costosas. Esas actuaciones se realizan en los países de origen y tránsito de los migrantes. Entre ellas, al menos supuestamente, se incluyen actuaciones que fomenten el “desarrollo” de esos países. Pero sobre todo son actuaciones vinculadas a cooperación policial y judicial, encaminadas a que se detenga el viaje allí mismo, o a que puedan ser repatriados desde aquí.
  6. Incluyen un determinado discurso, que es trasladado a la sociedad por los medios de comunicación. Es decir, incluyen un determinado mensaje que se envía a la sociedad.


¿Qué han conseguido esas políticas? Lo más sencillo es mostrar antes lo que no han conseguido:

  1. No han conseguido que se reduzcan los flujos migratorios. Cada vez vienen más inmigrantes. Ni, por mucho que se empeñen, lo van a conseguir.
  2. No han conseguido que los flujos migratorios se realicen de forma “ordenada” (es el término que suelen invocar). Cada vez hay más inmigración ilegal.
  3. No han conseguido que las causas en origen de las migraciones (el subdesarrollo en sentido amplio) hayan cesado. Ni siquiera las han mitigado.
  4. No han conseguido que se reduzca la explotación laboral. De hecho, esa explotación aumenta y se extiende entre los inmigrantes y entre los “aborígenes”.
  5. No han conseguido que se realice una efectiva integración de los inmigrantes. No sólo cada vez hay más xenofobia y racismo, sino que se conforman auténticos guetos.
  6. No han conseguido que se reduzcan los fenómenos de marginalidad asociados.

Puede que hayan conseguido otras cosas (muchas de ellas, probablemente, “inconfesables”) pero, si no han conseguido ninguno de los objetivos básicos que debían proponerse (y que los propios que las impulsan dicen tener), ¿por qué se mantienen? Entre los descerebrados que nos gobiernan, ¿no hay alguien mínimamente sensato que se de cuenta de que mantener lo que se muestra inútil es un error absurdo?

Nuestra opinión es que a ellos (los gobernantes) y a aquellos para quienes trabajan (los capitalistas) estas políticas sí les proporcionan los resultados que en realidad tenían previstos (los “inconfesables”).

¿Cuáles son esos resultados?

  1. Incrementar el “ejército de reserva” (que dijera Marx)
  2. Aumentar la sumisión de los trabajadores, a través de la extensión de la precariedad y la amenaza del paro
  3. Abaratar los costes laborales, en todos los sentidos posibles. Desde los salarios hasta los costes vinculados a la seguridad laboral o por despidos. Y aquellos derivados de contratar legalmente (cotizaciones,…).
  4. Fomentar la competencia y el enfrentamiento entre proletarios. La desunión del proletariado es siempre la mejor garantía de triunfo del capital.
  5. Que la población en general, y el proletariado en particular, encuentre un “chivo expiatorio ideal” para todos sus problemas, en lugar de centrar su atención en su verdadero enemigo.
  6. Convencer a una gran parte de la población de que las migraciones deben verse como un fenómeno negativo, fuente de inseguridades y males de todo tipo.
  7. Aumentar los medios represivos con los que cuenta el estado, así como su capacidad de control e intervención en todos los ámbitos vinculados a eso que se denominan “libertades”. Unos medios represivos que, no lo olvidemos, pueden emplearse tanto contra los inmigrantes como contra el resto de la población.
  8. Impulsar los negocios vinculados a la “seguridad”. Este objetivo no es menor. El sector mueve muchísimo dinero (cada vez más).
  9. “Estrechar lazos” con los gobiernos de los países con los que se firman acuerdos de cooperación en materia migratoria. Unos gobiernos, lo repetimos, que no se caracterizan precisamente por la atención que prestan a los problemas reales de los ciudadanos, ni por el respeto a los tan cacareados “derechos humanos” (menos aún si son derechos de humanos que no son ciudadanos del país). La pregunta que nos hacemos es muy simple: ¿qué necesitan los habitantes de África? ¿Vehículos policiales y centros de detención que se construyen en lo que fueran escuelas? ¿Adiestramento para las policías que sirven a los gobiernos y que un día interceptan un cayuco y al otro reprimen al pueblo? ¿O escuelas, hospitales, ambulancias,…?

Uno de los aspectos sobre el que nos interesa incidir es el del discurso del poder sobre las migraciones. Porque ese discurso transmite, de forma explícita pero sobre todo implícita (incluso con un mensaje subliminal) lo que el poder desea que pensemos todos sobre los inmigrantes. Y porque se trata, en primer término, de poner de manifiesto el carácter ideológico[4] y falaz de ese discurso y de quienes lo propagan. No valen supuestas campañas gubernamentales contra la xenofobia. Si se dice que hay “ilegales”, lo que se está queriendo decir es que el inmigrante es alguien que incumple la ley, un delincuente. Por lo que no pueden luego extrañarse de que la población asocie inmigración y delincuencia. Son los propios discursos del poder los que realizan esa asociación de ideas. Les interesa porque, aún cuando conscientemente la mayoría no rechace frontalmente la inmigración, inconscientemente (y eso tiene un enorme valor en las actitudes cotidianas) sí lo hará. Por tanto, es en el mensaje que se nos transmite donde primero puede comprobarse la hipocresía de nuestros gobernantes

Ante esta situación, ¿qué puede hacer el proletariado? Pues lo primero despertar del aturdimiento en el que los medios de propaganda del régimen lo mantienen. Despertar a la realidad que, como suele pasar siempre, no es para nada ese reino de la relatividad que dicen los “expertos” mamporreros al servicio del capital. Reconocer su identidad de clase con el inmigrante. Y la absoluta contraposición de intereses con su enemigo, la clase que detenta el capital.

Si los proletarios no reconocemos esto, ni siquiera sabremos “de donde nos llueven los golpes”. Eso sí, quien desee descerebrarse en grado sumo, puede acercarse a esas bandas mafiosas que se dedican a dar palizas y que están subvencionadas y controladas por capitalistas a los que les importa bien poco lo que le pase al proletariado. A ser posible, y para acelerar trámites, pueden antes raparse la cabeza. Eso permite que lo que les quede de cerebro se evapore antes.

Pero el proletariado que quiere defender sus verdaderos intereses, ¿qué puede proponer? ¿Qué reivindicamos? ¿Cuáles pueden ser, en un mundo globalizado, las actuaciones que podemos desarrollar o exigir que se desarrollen aquí y ahora?

Sabemos que sólo a través de la revolución socialista mundial podremos poner término definitivamente a ésta y las demás barbaries a las que el capitalismo nos somete. Sabemos que, bajo el yugo del capital, cualquier avance o reforma es sólo temporal. Pero también sabemos que en la relación dialéctica entre reforma y revolución se encuentra el proceso histórico hacia el comunismo. Por eso entendemos que sí es posible plantear alternativas que son, aquí y ahora, realizables. ¿Cuáles?

  1. La derogación de las restricciones laborales a los ciudadanos rumanos y búlgaros impuestas por la Unión Europea. Que haya ciudadanos europeos “de primera y de segunda”, a lo que ha colaborado en gran medida el gobierno del PSOE, es, simple y llanamente, una vergüenza. Además de demostrar lo que se oculta realmente tras el “talante” de ZP.
  2. La inmediata concesión de plenos derechos a todos los habitantes del territorio español, independientemente de su procedencia. El método más sencillo es la concesión inmediata de la ciudadanía para todos aquellos que la deseen. Sin plazos ni trámites burocráticos.
  3. El endurecimiento de las penas para los patronos que hagan trabajar sin contrato (a quien sea). En cualquier caso, ese endurecimiento debe asegurar que el explotador vaya a la cárcel. Y que las multas e indemnizaciones sean más cuantiosas que los beneficios obtenidos de explotar a los trabajadores. Sin posibilidad de argucias legales. Todo el patrimonio de los patronos y/o accionistas (y no sólo el “de las empresas”) debe ser objeto de confiscación para hacer frente a los pagos.
  4. El cese absoluto e inmediato de las inversiones y gastos en políticas de control de fronteras.
  5. El empleo de esos fondos en programas de integración efectiva de la población que viene de fuera y en una verdadera cooperación para el desarrollo de los países de los que vienen. ¿Cómo? A través de las organizaciones sociales, de aquí y de allá, antes que por medio de las agencias gubernamentales cuya ineficacia es manifiesta.
  6. La puesta en marcha de programas que generen una integración real de la población oriunda de otros países. Esos programas deben atender especialmente a:
  • La integración lingüística (tanto castellana como de las otras lenguas oficiales). Es vergonzoso que no haya programas serios en esa materia. Ni siquiera en las escuelas, donde “se almacena” a los niños y jóvenes inmigrantes para que sus padres puedan producir. Están 5 o 6 horas escuchando hablar en lenguas que no entienden. Y los políticos y sus “científicos” lacayos nos lo intentan vender como integración. Sería mucho más útil que emplearan esas horas primero en cursos intensivos de lengua y después se sumaran a los cursos. Pero eso significaría tener que invertir más dinero, algo a lo que nuestros gobernantes no están dispuestos.
  • La integración en los ámbitos territoriales. Eso pasa en primer lugar por la cuestión de la vivienda. En este país hay viviendas vacías suficientes para todos los que lo habitamos[5]. Se trata de conseguir que no se formen guetos. La labor de las asociaciones de vecinos,… (desde la sociedad civil y fuera por tanto del ámbito gubernamental) es clave en este sentido.
  • La inserción laboral. Evidentemente, con el reconocimiento de derechos plenos a la población inmigrante la situación cambia por completo. Aunque es evidente que eso no cambia por sí mismo la “competencia” entre proletarios en el mercado de trabajo, sí permite que se mejoren las condiciones de ese mercado para todos. Es “igualar por arriba” en lugar de “por abajo”, como pretenden la patronal y sus gobiernos. Transformar por completo la situación y abolir la competencia entre los humanos por la subsistencia (innecesaria hoy día) y el mercado laboral sólo es posible a través de la revolución socialista. Ese continúa siendo nuestro objetivo. Dos apuntes más en esta cuestión: se trata de reducir al menos el número de categorías distintas en el seno del proletariado, pues el incremento de esos segmentos provoca una mayor desunión que sólo favorece a los capitalistas; y se trata también de que los conocimientos y capacidades de la población inmigrante (gran parte de la cual está bien cualificada) pueda revertir en la sociedad y no sólo en los beneficios de la patronal.

Y, por supuesto, una cooperación con los países emisores que se vincule realmente al desarrollo de sus habitantes y no al de los negocios de los capitalistas de allí y de aquí. Para ello, esa cooperación debe ser dirigida y orientada por organizaciones sociales. No admitimos el carácter verdaderamente “democrático” de nuestro gobierno[6]. Menos admitimos el de los que llegan al poder a través de golpes de estado o se mantienen en él reprimiendo (y muchas veces matando, no lo olvidemos) a todo el que se oponga. Para desarrollar este elemento, creemos imprescindible, al menos, que:

  • Haya una total trasparencia en el uso de los fondos. Es inadmisible que se sigan encubriendo gastos militares y similares como ayuda al desarrollo.
  • Los fondos se gasten principalmente en los países en cuestión. También es inadmisible que se impongan condiciones como la compra o contratación de empresas españolas. Eso es en realidad un mecanismo (otro más) de trasvasar fondos públicos a los empresarios de aquí. Y para nada desarrolla el tejido productivo de esos países.
  • Los fondos se inviertan de forma equilibrada en desarrollo social y desarrollo del propio tejido productivo. Y primando proyectos dirigidos por los propios trabajadores (empresas autogestionadas, cooperativas,…).
  • Sea la sociedad civil de los países implicados la que decida y controle. En esos países también hay tejido social (asociaciones, colectivos,…). Y que controlen los recursos garantizará que se destinan a fines verdaderamente significativos para la población y el propio desarrollo del asociacionismo. Volvemos a repetirlo: fiarse de los gobiernos (sean cuales sean) es absurdo desde el punto de vista de la lucha proletaria por su auto-emancipación. También es preciso señalar que, pese a que podamos cuestionar su rol en el capitalismo global, la labor de las ONGs será siempre más interesante que la de los gobiernos para desarrollar la cooperación.

Seguir manteniendo las políticas migratorias es absurdo. Que a los gobernantes interese ese absurdo es lógico. Pero la lógica que interesa al proletariado es siempre distinta a la del capital.

Para terminar, queremos recordar que cuando se aprobó la conocida como “ley de extranjería” fuimos muchos los que nos movilizamos en su contra. Del mismo modo, las campañas en torno al lema “¡Ningún ser humano es ilegal!” han llevado a muchas organizaciones a desarrollar una oposición importante frente al poder. Extender esa movilización es hoy imprescindible para el proletariado. En nuestra lucha común (de todos los proletarios, hayamos nacido donde hayamos nacido) frente al capital y quienes lo detentan está nuestra única posibilidad de garantizarnos un futuro mejor.


[1] Vid. “La España OFICIAL y la España REAL”. Ese artículo es la introducción a una serie de textos “temáticos”, uno de los cuales es éste.
[2] En esos informes pueden encontrarse desde las cifras actuales de la cuestión migratoria hasta pormenorizados análisis de costes. Desde la tragedia cotidiana a la que se ven expuestos los migrantes hasta la vinculación entre cambio climático y aumento de migraciones. Y desde propuestas favorables al control hasta otras que abogan por la total eliminación de las fronteras.
[3] Decimos los diversos gobernantes porque debemos recordar que las leyes discriminatorias para con los inmigrantes (y las actuaciones protectoras favorables a los explotadores) no son exclusivas de uno de los partidos que nos han gobernado. Por más que lo utilicen en su supuesto enfrentamiento, los dos partidos mayoritarios (y la casi totalidad de sus socios minoritarios) están en el fondo de acuerdo en lo esencial. Y sus actuaciones han contribuido por igual (pese a los discursos) a que la lacra de la xenofobia se extienda. Ambos son cómplices.
[4] Decimos ideológico en el sentido que Marx hablara de “ideología”. Es decir, entre las manifestaciones de la consciencia podrían distinguirse aquellas que se adecuan a la realidad y aquellas que son manifestaciones deformadas, que mistifican la realidad, no sólo por un error de percepción sino sobre todo de manera interesada, para engañar a los demás. Ese es el caso del actual discurso del poder sobre las migraciones: una miserable patraña, una absoluta mentira.
[5] El análisis de la situación urbanística en general, y del problema de la vivienda en particular, no es el objeto de este texto. De hecho, estamos preparando otro específico sobre esa cuestión. No obstante, quien lo desee puede ver múltiples análisis sobre el número de viviendas vacías y sobre los procesos especulativos que se desarrollan en ese ámbito. Y, aunque pueda haber diferencias en las perspectivas y en las propuestas concretas, nos parece importantísimo que se esté desarrollando un movimiento reivindicativo en torno a ese problema (y no sólo aquí): las diversas plataformas y colectivos que se están manifestando para cambiar esta situación cuentan con nuestro apoyo porque su lucha es justa.
[6] Nuestra concepción de la democracia nada tiene que ver con la concepción burguesa. Nos oponemos a la delegación del poder, y rechazamos que exista una verdadera democracia sin igualdad económica. Apostamos por una democracia radical, desde la raíz, en la que no haya separación entre gobernantes y gobernados (porque, simplemente, no haya gobernantes), y que afecte también y principalmente a los ámbitos de la producción y la distribución material. Sin democracia económica, hablar de democracia política es una farsa.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Comunicado ante el asesinato de un militante antifascista

Ante la muerte de un militante antifascista en Madrid a manos de un asesino nazi, y la grave situación de otros militantes heridos, los militantes de Democracia Comunista (Luxemburguista) queremos manifestar nuestra repulsa y condena de este hecho, y nuestra solidaridad con la familia, amigos y compañeros del joven asesinado.

¡Que la tierra te sea leve!

Es vergonzoso que los fascistas de Democracia Nazional hubieran podido legalizar una manifestación que era a todas luces una provocación, dado su carácter xenófobo y racista, y dado que se hacía en un barrio obrero. Es vergonzoso que los que dicen defender la “legalidad democrática” amparen a esa canalla, sus actos y sus discursos, en lugar de tratarlos como lo que son: criminales. Esperamos que el asesino sea condenado, al menos, por la “justicia” burguesa.

Hacemos responsables también de la muerte del compañero a los diferentes gobiernos, no sólo por autorizar este tipo de actos fascistas, sino porque sus leyes y discursos, que criminalizan a los inmigrantes por el simple hecho de intentar sobrevivir, son los que alientan a los descerebrados para que se conviertan en alimañas. Mientras se siga considerando ilegales a los que tan sólo hacen lo que los españolitos hemos hecho durante siglos, la xenofobia seguirá impregnando esta sociedad.

Sabemos que esos fascistas intentaran seguir actuando. Son lo que siempre han sido: la “fuerza de choque” de la burguesía ante las crisis. Son producto de la alienación, lumpen, lacayos del capital que con su terrorismo pretenden amedrentar y hacer callar al proletariado. Aquí sabemos, desgraciadamente, mucho de ellos. Pero que les quede claro: el proletariado los combatirá, a ellos y a sus jefes.
¡Ningún ser humano es ilegal!
Frente al capitalismo fascista, REVOLUCIÓN

domingo, 11 de noviembre de 2007

Crónicas de “la Francia de después” II

2. ¿Hacia la unión de las luchas?
(8 de Noviembre de 2007)

Un número importante de movilizaciones están anunciadas en los días venideros. En primer lugar, la continuación de las movilizaciones en contra de la reforma de los regímenes especiales de retiro[1]. Los sindicatos de los trabajadores ferroviarios llaman a una huelga prorrogable a partir del 13 de noviembre. En el sector de la energía, una huelga prorrogable es prevista a partir del 14 de noviembre, al igual que en los transportes públicos de la región parisina. Los funcionarios, que protestan contra las supresiones de puestos y la congelación de los salarios, prevén un día de huelga y de manifestaciones el 20 de noviembre.

Al mismo tiempo, una huelga estudiantil se esta construyendo contra una reforma, llamada «Ley Pécresse»[2] o LRU, que plantea un nivel menor de intervención del Estado, causando un aumento de las desigualdades, y la bienvenida a los intereses privados en la Universidad publica. Uno de los lemas de los estudiantes es: «A aquellos que pretenden privatizar las facultades, los estudiantes respondemos: ¡RESISTENCIA!». Este movimiento esta enfrentando una represión importante: expulsión de estudiantes de varias universidades por la policía[3], cierres autoritarios de universidades para impedir que los estudiantes se reúnan y se movilicen.

Son diversas movilizaciones con causas comunes evidentes: política gubernamental en contra de los derechos sociales y de ataque contra los servicios públicos, e ingresos insuficientes para una proporción importante de la población.

Estos movimientos no deben ignorarse los unos a los otros. La unión es indispensable para lograr todas las reivindicaciones de los diferentes sectores en lucha, pero también para resolver las situaciones de los sectores que no están aun movilizados (inmigrantes, desempleados, trabajadores precarios,...).

Además de todo eso, el monarca-presidente Sarkozy, quien preside y gobierna a la vez, y cuya voluntad de omnipotencia solo puede ser comparada con su incapacidad a soportar la oposición[4], aumenta el carácter anti-democrático de las instituciones de la V republica[5]. Siendo testigos de movimientos estructurados en Asambleas Generales democráticas, ¡no se puede decir que la democracia esté al lado del poder![6]

Desde ahora mismo es indispensable unir las luchas, para construir una movilización unitaria, organizada democráticamente, que vaya más allá de la necesaria defensa frente a los ataques del gobierno, pero que exija también importantes medidas en favor de los humildes, de los más frágiles. Y si el poder actual persiste en entorpecer el camino del movimiento social hacia esos objetivos legítimos, las luchas tendrán que ir mas allá, oponiéndose directamente al poder si es necesario.

[1] Esta vez los sindicatos dicen que pueden continuar las huelgas mas allá de un solo día, como nosotros proponíamos en nuestro anterior artículo. Incluso ciertos sindicalistas hablan ya concretamente de que la huelga del 13 debería extenderse hasta el 20, con lo que se haría efectiva una unión de los huelguistas.
[2] Nombre de la ministra de educación superior (UMP)
[3] Esto fue lo que ocurrió el 7 de noviembre en las universidades de Nantes y de Paris-Tolbiac. Incluso en el referente simbólico del 68, la Sorbona.
[4] Véase el increíble comportamiento de Sarkozy con los pescadores, el 6 de noviembre, cuando perdió su auto-control hasta no poder ni hablar.
[5] Sarkozy no se olvida sin embargo de aumentar su salario ¡en un 140%!
[6] El oficialismo pretende que las movilizaciones no son democráticas porque se oponen a un gobierno electo por el 53 %... Según esa “lógica”, ¡toda contestación sería anti-democrática!

miércoles, 7 de noviembre de 2007

La España OFICIAL y la España REAL

A veces tenemos la sensación de no saber dónde vivimos, porque la imagen que nos transmiten los medios de comunicación sobre nuestra realidad no se corresponde en nada con lo que nosotros percibimos directamente. Es como si hubiera dos realidades, dos Españas.

Por una parte está la España Oficial que los personajes ilustres que acaparan los medios nos dibujan. Esa España es “la que juega en la Champions”, la que en breve superará a Alemania en poder adquisitivo y nivel de bienestar; la que mejora día a día, siendo referente mundial de progreso y desarrollo. La España que supo salir del pozo negro de su propia historia y dar un ejemplo de cómo se transita a la modernidad democrática. La España que dirime sus tensiones gracias al estado de derecho, logrando la integración de todos, incluidos los recién llegados. La España que debate cuestiones “de profundo calado” como la vertebración del Estado, las nacionalidades, la educación de los ciudadanos, el papel de la familia, la ampliación de derechos y libertades, la adaptación a los retos de un mundo globalizado,… o la composición de la letra del himno nacional. La España que lidera la Alianza de Civilizaciones, ejemplo de ordenadas políticas de inmigración y cooperación internacional. La España que no sólo tiene un presente envidiable, sino que asegura su futuro a través de leyes sobre la dependencia o incrementos del fondo de reserva de las pensiones, e incluso tiene tiempo para recordar su pasado. La España inmune a las crisis económicas internacionales, gracias a la solidez de su sistema financiero y su aparato productivo. La España que crea trabajo, contiene la inflación, redistribuye la riqueza y fomenta la igualdad de oportunidades. Y que, por supuesto, lidera ya la lucha por el medioambiente, por la igualdad entre hombres y mujeres y por las libertades individuales y colectivas.

No hay más que ver un telediario o debate televisivo, hojear un periódico o escuchar la radio para sentirse feliz ante la perspectiva de pertenecer a esta especie de paraíso en la tierra. Es cierto que también aparecen voces críticas en esos mismos medios, pero eso es sólo el positivo producto de las garantías que el sistema otorga a la oposición, la cual, una vez que llegue al poder, nos mostrará su propio modelo de paraíso.

Ante estas perspectivas, algunos nos planteamos ir al oculista o al psiquiatra. ¿Cómo no lo vemos? ¿Cómo es posible que no experimentemos esa felicidad? La respuesta es bien sencilla: junto a esa España oficial hay otra, la España Real:

En esta España, la mayoría de la población tiene graves problemas para llegar a fin de mes, ser mileurista es todo un privilegio y el pago de la vivienda (hipoteca o alquiler) es la principal preocupación. En la España real la precariedad laboral, la pérdida del trabajo y el paro son la losa que nos atormenta. En la España real los asalariados perdemos poder adquisitivo cada año (por más que algún político experto en cinismo lo niegue); las rentas del trabajo cada vez suponen un menor porcentaje del total de la riqueza; y las subcontrataciones, los accidentes laborales (terrorismo patronal) y el cierre de empresas (deslocalizaciones) son “el pan nuestro de cada día”.

En la España real, los asalariados nos las vemos y deseamos para poder tener hijos. Las migajas que reparte el gobierno de turno apenas alcanzan para los pañales. Los centros educativos son guarderías donde dejamos a nuestros vástagos mientras producimos para el capital. Se aprueban leyes educativas (el papel todo lo aguanta) mientras se privatiza la educación y se burocratizan los centros públicos, cada vez menos democráticos. Y se refuerza ideológicamente a la familia, pero no se nos dice que es porque todo lo colectivo se está desintegrando y tendremos que recurrir a los vínculos familiares para subsistir (que se lo pregunten a las parejas que no pueden independizarse con sus trabajos precarios o sus salarios de miseria). La que vende como un gran adelanto las “hipotecas inversas” (forma abyecta de aprovecharse de los pensionistas) y fomenta que los padres dejen en herencia hipotecas a sus hijos.

La España real es la que soporta gobiernos que reducen los impuestos directos (los que gravan proporcionalmente los ingresos y por tanto hacen pagar más a quien más tiene) y aumentan los indirectos (sobre el consumo), haciendo que pobres y ricos paguen lo mismo por los productos (o que los pobres no puedan consumir). La que incluso reduce los tramos fiscales para gravar menos a los más ricos. La España en la que el propio Ministerio de Hacienda reconoce que “fiscalmente” los asalariados “ganamos más” que los empresarios (lo que no dice es que su principal misión es controlar nuestras nóminas y garantizar la continuidad del fraude fiscal por parte de la burguesía). La España que regala subvenciones a las empresas (una forma como otra cualquiera de trasvase de riqueza pública a manos privadas), haciendo que sus costes laborales sean irrisorios y sus beneficios aumenten. Y que saca en la tele a los patronos que emplean a personas con minusvalías, haciéndolos pasar por benefactores de los más necesitados, sin decir nunca que se aprovechan de esas personas y sus problemas para embolsarse más subvenciones y ampliar los márgenes de ganancia.

La España real es la que invierte nuestros recursos en faraónicas obras que enriquecen a los empresarios del cemento y el ladrillo, y poco o nada nos aportan a los trabajadores. Es la que sólo fomenta las infraestructuras de transporte público porque el negocio está ahí, en construirlas. Pero que fomenta el transporte privado (liquidando, privatizando o simplemente haciendo inútil y lento el transporte público) para que, además de pagar la hipoteca, paguemos también la letra del coche y la industria automovilística (la misma que echa trabajadores a la calle) aumente sus beneficios.

La España real es la que aumenta cada día la brecha entre un proletariado más pobre y una alta burguesía más rica. La que presume de sus grandes fortunas y oculta cuanto puede a la población que vive por debajo del umbral de la pobreza. La que manipula estadísticas (sobre la pobreza, el paro, el IPC,…). La España en la que la banca siempre gana, especulando con nuestras vidas y las del resto de proletarios del mundo. En la que las grandes empresas tienen impunidad garantizada. La España que, ante cualquier reivindicación obrera, nos dice que “eso no se puede porque la UE lo impide” (como si la UE no la dirigieran los mismos gobiernos que nos cuentan esa milonga).

En la España real, el aire que respiramos en nuestras recalentadas ciudades está contaminado; se aniquilan los espacios naturales para instalar hoteles, viviendas vacacionales y campos de golf; la desertificación afecta al 40% del territorio por culpa de unos regadíos que sobreexplotan los acuíferos y de la deforestación. Las diversas contaminaciones (atmosférica, acústica, electromagnética, hídrica,…) nos generan enfermedades y trastornos (sobre todo a los que más las padecen por no poder costearse lugares de residencia saludables). Y nuestro tiempo se malgasta en el camino al trabajo.

La España real es la que permite que miles de personas mueran ahogadas tratando de llegar a este “paraíso”. La que gasta millones de euros en material y asesoramiento policial y militar a los países de origen de los inmigrantes (cuyos gobiernos no destacan precisamente por su preocupación por los ciudadanos), en lugar de destinarlos a un verdadero desarrollo social de esas personas. La que fomenta en el fondo el racismo y la xenofobia, a través de las leyes y del propio tratamiento informativo del problema migratorio. La que lidera en la UE que haya ciudadanos de segunda (rumanos y búlgaros) sin decirnos que así seguirán siendo la mano de obra esclava de nuestros campos y andamios. La que permite, alienta y protege a los empresarios que explotan a los trabajadores inmigrantes, negándoles (de una u otra forma) los derechos que los autóctonos tenemos. La que se olvida, no sólo de los 40 años de dictadura fascista, sino de los siglos durante los que los españolitos tuvieron que irse con una mano delante y otra detrás.

La España real es la que se deja alienar con el estéril debate sobre si somos un estado o unos cuantos, pero que no cuestiona el papel de todos los estados (actuales, pasados y futuros) al servicio de la clase explotadora. La que ofrece por la tele carnaza nacionalista (españolista, catalanista, vasca,…) para alejar al proletariado de su lucha contra el capital y la burguesía. La que discute sobre jefaturas de estado sin analizar para qué sirven los estados y quiénes son los jefes. La que habla de globalización sin percatarse de lo que eso implica a nivel político.

Dado que en este país está mal visto ir al psicólogo o al psiquiatra, y que por más gafas que nos pongamos no veremos el paraíso, a los proletarios no nos va a quedar más remedio que abrir bien los ojos, observar la España real (esa parte del mundo real en la que vivimos) y hacerle frente. A ella y a los que se benefician de cómo es ella. O eso o dejarnos llevar a la barbarie.