"La inteligencia propia de la masa en cuanto a sus tácticas y medios es para la acción socialista una condición histórica indispensable, tanto como la inconsciencia de la masa fue en otro tiempo la condición de las acciones de las clases dominantes.”[1]
El sistema capitalista es una organización de la producción y de nuestras vidas que está basada en tres fundamentos: el dinero, las mercancías, y el salariado. El capitalismo conlleva así en sus propios principios la desigualdad y la coacción, lo que engendra inevitablemente –en grados diversos- el egoísmo y la violencia.
La clase social con mucho más numerosa, la clase asalariada, sufre más duramente este sistema, puesto que, para (sobre)vivir, los individuos que constituyen esta clase deben procurarse regularmente dinero, estando obligados a obtener recursos mediante un trabajo asalariado que no es más que un trabajo impuesto. Las relaciones capitalistas mantienen una división entre “ganadores” y “perdedores”, siendo estos últimos siempre los más numerosos, sea el periodo considerado como de “crisis económica” o de bonanza, y sea cual sea el tipo de capitalismo reinante.
Esta situación hace que los asalariados constituyan según Karl Marx “una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se halla colocada ésta.”[2]
La conciencia de la necesidad de abolir el sistema capitalista, de reemplazarlo por una comunidad humana mundial (comunismo), emana de las luchas; y es igualmente a través de esas luchas que el movimiento de abolición del capitalismo podrá iniciarse, se desarrollará en una lucha conjunta, democrática y mundial, punto de partida de la elaboración de una nueva organización de la sociedad.
La emancipación, para ser conquistada, debe pasar por un proceso revolucionario dirigido por la inmensa mayoría. Esta auto-emancipación necesita de la lucha colectiva, y una toma de conciencia de la realidad del sistema mundial: la dictadura del trabajo impuesto, bajo la forma del salariado. Estos principios dominadores mantienen la competencia permanente como norma: la sociedad se fundamenta en una competición forzosa entre los seres humanos, en lugar de en relaciones elegidas, libres y lúdicas.
Nosotros tenemos la posibilidad de emanciparnos, a través de nuestra acción colectiva. Se trata de suprimir la competencia entre los seres humanos, de suprimir las barreras que suponen las clases sociales y las “nacionalidades”, de reemplazar la competición por la cooperación, y el dinero por la gratuidad generalizada.
Se podrá fundar así “la unidad de los hombres, fundada sobre la diferencia real de los hombres”[3]. El pueblo del mundo podrá construir una sociedad mundial, democrática, libre e igualitaria, liberada del capitalismo y las fronteras.
[1] Rosa Luxemburgo, Masas y Jefes
[2] Karl Marx, La Ideología Alemana
[3] Karl Marx, Carta a Ludwig Feuerbach de 11 de Agosto de 1844.
El sistema capitalista es una organización de la producción y de nuestras vidas que está basada en tres fundamentos: el dinero, las mercancías, y el salariado. El capitalismo conlleva así en sus propios principios la desigualdad y la coacción, lo que engendra inevitablemente –en grados diversos- el egoísmo y la violencia.
La clase social con mucho más numerosa, la clase asalariada, sufre más duramente este sistema, puesto que, para (sobre)vivir, los individuos que constituyen esta clase deben procurarse regularmente dinero, estando obligados a obtener recursos mediante un trabajo asalariado que no es más que un trabajo impuesto. Las relaciones capitalistas mantienen una división entre “ganadores” y “perdedores”, siendo estos últimos siempre los más numerosos, sea el periodo considerado como de “crisis económica” o de bonanza, y sea cual sea el tipo de capitalismo reinante.
Esta situación hace que los asalariados constituyan según Karl Marx “una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se halla colocada ésta.”[2]
La conciencia de la necesidad de abolir el sistema capitalista, de reemplazarlo por una comunidad humana mundial (comunismo), emana de las luchas; y es igualmente a través de esas luchas que el movimiento de abolición del capitalismo podrá iniciarse, se desarrollará en una lucha conjunta, democrática y mundial, punto de partida de la elaboración de una nueva organización de la sociedad.
La emancipación, para ser conquistada, debe pasar por un proceso revolucionario dirigido por la inmensa mayoría. Esta auto-emancipación necesita de la lucha colectiva, y una toma de conciencia de la realidad del sistema mundial: la dictadura del trabajo impuesto, bajo la forma del salariado. Estos principios dominadores mantienen la competencia permanente como norma: la sociedad se fundamenta en una competición forzosa entre los seres humanos, en lugar de en relaciones elegidas, libres y lúdicas.
Nosotros tenemos la posibilidad de emanciparnos, a través de nuestra acción colectiva. Se trata de suprimir la competencia entre los seres humanos, de suprimir las barreras que suponen las clases sociales y las “nacionalidades”, de reemplazar la competición por la cooperación, y el dinero por la gratuidad generalizada.
Se podrá fundar así “la unidad de los hombres, fundada sobre la diferencia real de los hombres”[3]. El pueblo del mundo podrá construir una sociedad mundial, democrática, libre e igualitaria, liberada del capitalismo y las fronteras.
[1] Rosa Luxemburgo, Masas y Jefes
[2] Karl Marx, La Ideología Alemana
[3] Karl Marx, Carta a Ludwig Feuerbach de 11 de Agosto de 1844.
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