domingo, 30 de septiembre de 2007

Los Fundamentos del Marxismo

Este texto es una traducción no literal del original francés “Les bases du marxismo”, publicado el 17 de Agosto en el blog Marxisme ( http://marxisme.canalblog.com/ ). Pedimos disculpas por los errores que la traducción pudiera tener. Nuestra idea, dado el carácter abierto del artículo, es abrir un debate a través de los comentarios.

El marxismo es un pensamiento crítico, pero no un "sistema": "Nunca he establecido un sistema socialista ", escribía Karl Marx en sus notas críticas sobre Adolphe Wagner (1881). El marxismo es un análisis de la evolución del mundo tal como es, un método que debe vincular íntimamente práctica y teoría.

He aquí los principales fundamentos del marxismo:

* La oposición a un sistema económico desigual, basado en la alienación, la explotación de la mayoría (a través del sistema del salariado), y dirigido hacia la consecución del beneficio para algunos, y no hacia la satisfacción de las necesidades de todos. Se trata del capitalismo, pero se pueden obviamente imaginar otros sistemas que presentan similares características esenciales, a los cuales los marxistas se opondrían igualmente.
Para la transformación de la sociedad, el marxismo considera necesario un proceso revolucionario que permita llegar a una sociedad basada en la cooperación y la gratuidad.

* "La emancipación de los trabajadores debe ser la obra de los propios trabajadores". Éste es un principio inherente al verdadero marxismo, que implica la democracia y la autoemancipación; así como que la democracia es elemento fundador indispensable para una nueva sociedad (a la que se denomina socialismo o comunismo). Sociedad que debe construirse liberada de las diversas formas de dominación.

* El internacionalismo, que es, a la vez, la constatación del interés común de los trabajadores del mundo entero y de la necesidad de la lucha a escala mundial, y el objetivo de la superación de las naciones hacia una comunidad humana mundial.

* El conocimiento y el análisis de la Historia (concepción materialista de la historia)[1].

* La constatación de la existencia de clases sociales que dividen a los hombres y a las mujeres en distintos segmentos de población; la constatación de las profundas desigualdades e injusticias entre esas clases; y la constatación de que mientras exista la división de la sociedad en clases, habrá luchas entre esas clases (lucha de clases).
En consecuencia, mientras participan actualmente en la lucha de clases de los trabajadores, los marxistas militan por una reorganización de la sociedad destinada a acabar con esa división clasista.

* El libre ejercicio del espíritu crítico. "Duda de todo", decía Marx, siendo el objetivo conocer la realidad tal como es, para comprenderla mejor y así transformarla.

Estos principios, o algunos de ellos, pueden perfectamente ser compartidos por otras teorías políticas y sociales: si es el caso, ¡obviamente tanto mejor! El marxismo no pretende aislarse, todo lo contrario: el objetivo es contribuir a la constitución de un movimiento del conjunto de la sociedad para crear "una asociación donde el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos" (Karl Marx, Manifiesto Comunista).

[1] Esta cuestión está ampliada en el artículo aparecido en el mismo blog titulado “conception matérialiste de l'histoire

¿QUÉ EXTREMA IZQUIERDA?

Este texto es una traducción del original francés “Quelle extrême-gauche?” publicado el 27 de Noviembre de 2006 en el blog Extrême-gauche démocratique et unie. La traducción no es literal, por lo que pedimos disculpas por los fallos que pudiera presentar.

El término “extrema izquierda” engloba hoy día al conjunto de la izquierda que milita por acabar con el capitalismo y todas las opresiones. Lo que no parece de hecho demasiado, especialmente en términos de organizaciones.

A pesar de todo, la extrema izquierda es plural. Esto es positivo, pero demasiado a menudo los errores e incluso mentiras del pasado están todavía presentes - lo muerto domina a lo vivo. Ser fiel a una “tradición” revolucionaria, es ser fiel a las luchas colectivas de la base, y no a la palabra de ciertos militantes, cuyos escritos deben siempre ser pasados por la criba del espíritu crítico más libre posible.

Se puede y se debe a la vez mirar hacia el futuro, mientras se conoce nuestro pasado y se extraen todas sus lecciones. Por ejemplo, la inmensa mayoría de los "marxistas" del siglo XX han supuesto un claro retroceso, en relación a Marx, en temas como la democracia, la naturaleza de la revolución, el salariado,... Este amplio retroceso, que a menudo ha llegado hasta la traición pura y simple, supone una deriva claramente hacia la derecha. Para mirar plenamente hacia el futuro, es necesario tener claro lo que lo precedió.

Nuestro objetivo debe ser rebasar las soberanías políticas y económicas en pos de una revolución social mundial. Es al conjunto del movimiento obrero movilizado a quien corresponde ser colectivamente el actor, pensador, y líder del cambio de sociedad. Una extrema izquierda que quiera ser plenamente democrática y eficaz no puede sino basarse en la energía y la creatividad que surge de las luchas. Esta extrema izquierda tendría por objeto informar, analizar, y participar – sin pretender dirigir - en las luchas, en el movimiento de abolición del capitalismo, y en la conquista de la democracia.

El resto está por inventar.

LA POLÍTICA FISCAL QUE EL COMUNISMO SUPRIMIRÁ

Análisis de la política fiscal de Zapatero y Solbes
Diego Guerrero
Artículo aparecido en El Revolucionario el miércoles 6 de junio de 2007

En España ocurre lo que también sucede en los otros países capitalistas. Es decir, que la suma de lo que reciben los trabajadores a través de esa supuesta política social no es mayor sino igual a la suma que ellos pagan al Estado para financiarlo.
La clase asalariada tributa a Hacienda por el IRPF cuatro veces más en términos relativos, y sufre por consiguiente una presión fiscal cuatro veces mayor que el resto de la población


Me piden un artículo crítico sobre la política fiscal de Zapatero y Solbes, y lo primero que hay que decir es que se trata de la misma política fiscal de, por ejemplo, Aznar y Rato: es la política fiscal al servicio del capital.

El único punto de vista que tiene sentido cuando se analiza la política económica desde la perspectiva de los asalariados, y sobre todo desde el punto de vista de los trabajadores asalariados conscientes que se ven a sí mismo como idénticos al proletariado explotado por el capital, es el análisis materialista de lo que sucede más allá o por debajo de las apariencias. La apariencia es que la política fiscal la hace el gobierno, como ocurre con el resto de la política económica y de la política pública en general. Pero la realidad es que el gobierno sólo hace y puede hacer lo que le deja el sistema en el que se inserta (más o menos gustosamente). En concreto: lo que es posible hacer dentro de la estructura económica social que todos los gobiernos, con el apoyo unánime de ese sector empresarial compuesto por los partidos políticos y demás unidades productivas del subsector electoral, aceptan desde el principio, por necesidad de su propia razón de ser, desde el momento en que entran voluntariamente y a manos llenas, en el juego de la “democracia de mercado” y, si son de izquierdas, se lanzan a vender la mercancía de la “necesidad de controlar el mercado con una política (por ejemplo, fiscal) dirigida por los poderes públicos y orientadas a lo social”.

¿Y qué es lo que es posible hacer dentro de ese contexto capitalista que ellos no cuestionan? Servir a los intereses del capital, contribuir a su reproducción, a la perpetuación de las relaciones de mercado y de capital, pero al mismo tiempo, y para colmo, transmitir la imagen de que se hace una política de izquierda, o al menos la (única) que es posible hacer, con el fin de contribuir a que los que sufren las consecuencias de las políticas del capital la sufran con el menor dolor posible por aquello de que la sarna con gusto no pica. Para eso, preferiríamos a la derecha, que al menos se declara de derechas.

Las pruebas de que esto es así son numerosas, pero nos conformaremos aquí con mencionar sólo tres. ¿Cómo se explica que el 80% de la recaudación total por el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas provenga de las rentas salariales, y sólo el 20% de todas las demás rentas? Si se tiene en cuenta que los salarios equivalen a la mitad de la renta nacional, esto significa que la clase asalariada tributa a Hacienda por este concepto cuatro veces más en términos relativos, y sufre por consiguiente una presión fiscal cuatro veces mayor que el resto de la población. Se trata de un impuesto, el IRPF, absolutamente regresivo en realidad, a pesar de tantos supuestos críticos de izquierda, incluidos los que asesoran o simpatizan con los sindicatos (traidores) de clase, que prefieren creer que ese impuesto es progresivo porque así lo dicen la Constitución, los preámbulos y declaraciones de principios de las leyes y los medios de comunicación. Esto les ocurre por una de dos: o no entienden nada, y menos que nada el hecho de que lo que cuenta es la realidad de los hechos y no la beldad de las palabras; o bien lo entienden pero lo ocultan y lo maquillan porque en ello se juegan quizás la fortuna empresarial de sus empresas de izquierda (partidos, sindicatos, etc.).

Un segundo ejemplo de lo anterior se llama SICAV, es decir, las “Sociedades de Inversión de Capital Variable”. En realidad, estas empresas son usadas por las grandes fortunas porque gozan de la aséptica propiedad de estar sometidas a un régimen fiscal especial que les obliga a cotizar sólo el 1% de sus beneficios, en lugar del 35% que se carga en el régimen general del Impuesto de Sociedades. Pues bien, el gobierno “electo-socialista” actual ha creído necesario dotar a estas empresas de ventajas adicionales, de forma que desde mayo pasado las SICAV no sólo pueden negociar sus acciones en la Bolsa ordinaria, sino también en un Sistema Organizado de Negociación que les facilita un poco más las cosas, y además hacerlo mediante un “sistema de compraventa de acciones a valor liquidativo” similar al de los Fondos de inversión. ¿Qué explicación dan los autores de esta política fiscal para permitir que los patrimonios, las carteras de valores y las rentas de los grandes capitalistas, con el apoyo de sus ejércitos de abogados y de las redes de empresas instrumentales que se requieren para ello, se vean sometidos a una presión fiscal del 1%?

El tercer ejemplo que nos importa a los trabajadores es el de la fiscalidad que rodea a la llamada “política social”. Dejemos de lado que cuando se analiza la realidad y no las palabras, lo “social” resulta ser tan sólo el calificativo vergonzoso que usan en vez de “socialista” los que alguna vez se decían tales (y luego comprobaron que así no vendían). Los trompeteros de la fama del capital se presentan a sí mismos como los hacedores de una política “social” y un Estado “del bienestar” que conjuntamente regalaría al pueblo una especie de “salario social” adicional que el gobierno pondría así a disposición de los pobres y se sumaría a los salarios pagados por las empresas, todo un abundante flujo de pensiones de todo tipo, subsidios para los parados, becas para los jóvenes, atenciones varias a los jubilados y prestaciones médicas gratuitas para todos… Todo como si no supiéramos los que tenemos los ojos abiertos que todo eso lo estamos pagando con el dinero que previamente nos saca de nuestros bolsillos el gobierno gestor de los intereses generales del capital.

Los estudios serios –que se realizan, por supuesto, sin el apoyo financiero de ese mismo capital– demuestran que en España ocurre lo que también sucede en los otros países capitalistas. Es decir, que la suma de lo que reciben los trabajadores a través de esa supuesta política social no es mayor sino igual a la suma que ellos pagan al Estado para financiarlo. Habrá redistribución estatal de la renta desde otros puntos de vista (generacional, regional, etc.), no lo negamos; pero ni una mijita de redistribución a favor de la clase de los asalariados. Por consiguiente, esta política fiscal-social-capitalista sólo es una manera de dejar que las cosas sigan igual, que los efectos de las leyes del mercado vigentes, que no son sino las leyes de la explotación obrera por parte del capital, desplieguen su eficacia por el interior de todo el tejido social, pero lo hagan con mayor suavidad, adormecidos los oídos de quienes trabajan y votan con los cantos de sirena que salen de los instrumentos musicales de estos trompeteros de la patronal.

¿Hay entonces alguna alternativa? Por supuesto, como en todo. La alternativa comunista, comunal, comunitaria, igualitaria, dirigida a expropiar a nuestros expropiadores. Los trabajadores queremos que los medios de trabajo vuelvan a nosotros, queremos reapropiarnos de los medios de producción y queremos terminar con el capital. Terminar con el capital no es matar a los capitalistas, sino convertirlos, a fuerza de democracia y revolución, en trabajadores como los demás, acabar con sus privilegios. Pero ¿qué hacer mientras tanto?, preguntarán algunos. Pues bien, hagamos una reforma acorde con esos proyectos de revolución. ¿Por qué no imponer una presión fiscal del 100% de los beneficios y dejar sin gravar a quienes no viven del beneficio sino de otras rentas? (Bien “simplificado” que quedaría, por cierto, el sistema fiscal, como les gusta a todos los gobiernos, al parecer). Dirán: entonces todo el capital se iría a otros países. Pues bien: hagamos lo mismo en todos los países. Pero entonces, dirán, ningún capitalista querrá seguir siendo empresario privado ni invertir ni dar empleo a los trabajadores, y será finalmente la ruina de todos. Pues bien: que no lo hagan, que nos dejen a nosotros producir, invertir, trabajar, que nos devuelvan (a la fuerza, claro) lo que nos han quitado previamente, y que se pongan a trabajar.Esa es la única política fiscal alternativa. Lo demás son gaitas.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

UVAS TINTAS DE SANGRE

En Socuéllamos (provincia de Ciudad Real), han muerto dos trabajadores en tres días. Los dos en el tajo, vendimiando las uvas de las que luego se vanagloriarán los bodegueros de este pueblo manchego. La “patria del vino”, reza la publicidad institucional con la que se promociona el pueblo.

El trabajador que murió el sábado 22 era rumano. El que murió el martes 25, polaco. Ninguno de los dos tenía contrato. En los últimos días, muchos han sido los comentarios en los medios de comunicación sobre los “problemas” a los que se enfrentan los agricultores para proceder a la vendimia: no tienen mano de obra legal suficiente; necesitan más trabajadores inmigrantes; la cosecha está en peligro;… Incluso alguno salió en televisión diciendo que de no poder hacerlo legalmente, “se vería obligado a contratar ilegalmente”.

Mientras estas noticias relataban la vendimia española, también se informaba de la marcha de vendimiadores españoles a la campaña francesa. Allí pagan más (como el doble) y las condiciones de trabajo son mejores. Al menos se proporciona alojamiento digno a los jornaleros, y ninguno tiene que vivir en tinajones o pagar tres euros por dormir en la finca. Ésas son las condiciones a las que se enfrentan los que recogen las uvas en La Mancha. ¿Alguien se extraña de que los trabajadores españoles huyan como de la peste de estos trabajos y prefieran irse a Francia? Si los sueldos y las condiciones laborales fueran otras, quizás no continuara esa migración temporal que parece eterna.

Los dos inmigrantes trabajaban sin contrato. Pero los dos eran ciudadanos de la Unión Europea. No es que hubieran llegado en patera en la oscuridad de la noche, tiritando por la hipotermia. Tenían, al menos en teoría, los mismos derechos que nosotros los españolitos. Cierto es que uno, el primero en morir, era rumano. Por tanto, gracias entre otros al egregio líder de la “alianza de civilizaciones” y quijote vencedor de crisis económicas y climáticas, era un ciudadano de segunda clase, con derechos limitados. Rumanos y búlgaros son ya “compatriotas” nuestros en este faro iluminador moral del mundo que dicen es la Unión Europea. Pero aún no tienen derecho a ser explotados por los empresarios “legalmente”. Pueden residir, votar,… Pero no ganarse el sustento de manera legal, con unas mínimas garantías. Por tanto, en este caso, si seguimos el razonamiento de los dueños de las fincas, había sido “contratado” por la imperiosa necesidad de recoger la uva. No porque al carecer de derechos laborales estuviera en condiciones aun más desfavorables para resistirse a la explotación por parte del patrono.

Vale. Hasta ahora podrían servir (dejando, eso sí, de lado a nuestro entendimiento y nuestro sentido común) los argumentos patronales. Pero, ¿y el polaco? Él tenía todos los derechos (incluidos los laborales). Pero tampoco tenía contrato. Porque en el fondo da igual de dónde seas. ¿O es que ninguno de los autóctonos de toda la vida de Socuéllamos ha tenido o tiene que vendimiar sin contrato? De lo que se trata es de sacar el máximo beneficio del sudor de los jornaleros. Si puedes aprovechar sus “debilidades” (que no se puede quejar porque legalmente no puede trabajar y tiene la fea costumbre de querer comer, por ejemplo) pues mucho mejor. Pero si no es así, pues lo haces “por la cara” y ya está. Esa es la estrategia de los terratenientes. Da igual que sean los grandes que controlan la mayor parte del negocio o los pequeños que no paran de quejarse de lo mal que está el campo. Los mecanismos de explotación son los mismos. Quizás teñidos de más racismo y demás discursos fascistas en el caso de los pequeños y medianos propietarios, para así justificar lo injustificable. Pero son los mismos. Los propios de la explotadora lógica capitalista.

Los trabajadores, los proletarios, no podemos seguir aguantando esta situación. Nuestros enemigos no son los inmigrantes que vienen a buscarse la vida igual que hicieron millones de españoles durante siglos, y siguen haciendo hoy los que se van a Francia. No hay justificación posible. Nuestros enemigos son los miembros de esa clase social que nos explota y oprime (a los proletarios de aquí, a los de Europa del Este y a los de cualquier otra zona del planeta). Esa clase social, la burguesía, que vive de nuestro trabajo. A esos parásitos, a sus prácticas y sus discursos justificadores, debemos combatirlos.

ZP seguirá diciendo que debemos sentirnos orgullosos de la Unión Europea que estamos forjando. Aunque en ella haya ciudadanos de segunda categoría. El Parlamento castellano-manchego debatirá esta semana sobre la siniestralidad laboral. Seguro que aprueban normas (incluso leyes) y regalan subvenciones a las empresas y sus lacayos de CCOO y UGT para que organicen cursos, hagan estudios o creen incluso un observatorio sobre el tema. Los munícipes y bodegueros de Socuéllamos seguirán editando folletos y carteles loando las excelencias de los vinos patrios. Habrá multas (quizás) pero nadie, ni los empresarios que a diario ejercen su terrorismo patronal ni los políticos que sirven fielmente a sus intereses, acabará en la cárcel. Y en las plazas y lugares públicos de Socuéllamos, de Valdepeñas, de Tomelloso, de Villarrobledo y de todos los pueblos manchegos se seguirán viendo reuniones de proletarios a la espera de que un patrono los “contrate”. Pero algún día, en la plaza de mi pueblo, dirá el jornalero al amo: nuestros hijos nacerán con el puño levantado.

martes, 25 de septiembre de 2007

LENIN, PADRE DEL ARRIBISMO Y DEL OPORTUNISMO

El presente texto aborda cómo el arribismo que muchos bolcheviques denunciaron y denuncian no es fruto de una casualidad que se dio en el año 1922, sino el resultado de un sistema totalitario y excluyente de Partido. Los hechos que se sucedieron a partir del año 1922 (acceso de arribistas, antiguos zaristas y oportunistas al partido bolchevique) son consecuencia de la forma leninista de ver la revolución y de las particularidades del propio partido, y no una invasión o contaminación, como afirmara Lenin.

Analizaremos las raíces del problema, que tomaron forma en la concepción de dictadura “del proletariado” que tuvieron Lenin y más tarde su sucesor Stalin, tomando como base el libro de Maximilien Rubel “Stalin”:

La preparación de los trabajadores para la dictadura constituye una tarea organizadora que insiste en la preparación del proletariado para conseguir una organización poderosa coronada por un dictador.
Es necesario preparar la presencia de este dictador sobre el proletariado en interés de la dictadura del proletariado.
La discrepancia con este programa significa oportunismo.

Según Lenin y Trotsky[1] no es la clase obrera la que toma en sus manos el destino de la sociedad por propia iniciativa, sino que la organización fuerte y poderosa (el Partido) que gobierna sobre el proletariado, y a través de él sobre la sociedad, es la que realizará la transición al socialismo.

Rosa Luxemburg formuló una interesante y acertada crítica. Ella percibió el núcleo del problema en el experimento de crear un Partido Socialista en Rusia, donde no existía el dominio político directo de la burguesía. La centralización socialdemócrata no tenía nada en común con la subordinación mecánica de los militantes y órganos del Partido a un poder central, sino que significaba un cierto “autocentralismo”, con lo cual la vanguardia dirigente de los trabajadores ejercía, dentro de la organización del Partido, su gobierno en mayoría. Sin embargo, el centralismo pretendido por Lenin conducía forzosamente al oportunismo que él condenaba, en el que “el todavía confuso movimiento proletario (en Rusia) otorgaba el liderazgo a un puñado de dirigentes académicos”. Rosa Luxemburg detectó el mayor peligro para la socialdemocracia rusa en el esquema organizador de Lenin, pues sacrificaba el todavía joven movimiento obrero ruso a las ansias de poder de los académicos, lo encajonaba en la coraza del centralismo (burocrático por más que se le tildase de “democrático”) y denigraba a los trabajadores en lucha convirtiéndolos en el dócil instrumento de un comité.

En efecto, como Rusia se encontraba en vísperas de una revolución, era posible desplegar la libre iniciativa y el sentido político de los trabajadores en lugar de, con la guía y la instrucción política del Comité Central, dejarlos en manos de los demagogos burgueses. Con una gran sagacidad, Rosa L. ponía al descubierto el empeño de los bolcheviques por proteger al movimiento obrero de cualquier desliz mediante una tutela omnisciente y omnipresente a través de la imposición del yo de la presidencia del Partido que aniquiló el absolutismo zarista. Dicha tutela ocupaba el trono abandonado, primero como comité de conspiradores y después como comité central, y se jactaba de ser guía de la historia.

El yo de las masas de la clase obrera, como sujeto dirigente real de la historia, aprende más de sus propios errores que de la infalibilidad que le otorga la confianza del Comité Central. Rosa Luxemburg consideraba los errores de un movimiento obrero revolucionario mucho más fructíferos y valiosos históricamente que cualquier infalibilidad arbitraria. Como bien apunta dicha autora, Lenin, Trotsky y la mayoría de los bolcheviques se decidieron por la dictadura en oposición a la democracia y, con ello, por la dictadura de un puñado de personas, es decir, por la dictadura según el modelo burgués, en vez de la dictadura del proletariado. Ya apuntaba en 1918 Lenin lo siguiente: “no existe la menor contradicción entre la democracia soviética (es decir, socialista) y el empleo del poder dictatorial de una sola persona”.

Se puede llegar más lejos en la crítica al oportunismo surgido en el partido y seguir profundizando unos años atrás cuando realizó Engels la siguiente crítica a Plejanov (maestro de Lenin):

“El Nestor del marxismo ruso había sostenido que un partido marxista que ejerciera la dictadura en Rusia naturalmente no concedería libertades a nadie, excepto a nosotros. Sólo la clase obrera gozaría de esas libertades, y bajo la dirección de camaradas que han entendido bien la teoría de Marx y que deducen de ella las conclusiones exactas”.

Tan clarividente como perplejo, Engels se percató de que la aplicación de semejantes criterios llevaba a la transformación de la socialdemocracia rusa en una secta con inevitables y altamente indeseables consecuencias prácticas, o a provocar una sucesión de escisiones en la socialdemocracia rusa que el propio Plejanov lamentaría.

Marx rechazó “prescribir recetas para los fisgones del futuro” y aún menos estuvo dispuesto a entregar las directrices de los manejos revolucionarios a políticos y hombres de Estado. Obró y escribió para la clase más pobre y numerosa y no para políticos y revolucionarios profesionales, por más nobles y humanas que fueran sus intenciones respecto a esa clase. Y no hay lugar a la equivocación, ya que Marx vaticinó lo que ocurriría bajo la dictadura de esos revolucionarios profesionales, oportunistas por definición que creen tener la virtud de saber lo que está bien o lo que está mal…

Marx consideraba que las revoluciones deberían ser espontáneas y dirigidas directamente por la clase obrera, la cual por el mero hecho de existir, ya es revolucionaria y posee conciencia (Marx despertó su conciencia comunista debatiendo con trabajadores). No pensaba por tanto, como apunta el leninismo, que la conciencia llegase a las masas “desde fuera”, por obra y gracia de la “inteligencia revolucionaria socialista”. Las masas proletarias adquieren conciencia a partir de su existencia real, material. No son borregos incapaces que haya que dirigir, si lo que se persigue es una completa emancipación y no que una clase burocrática agrupada en un partido político de funcionamiento burgués oprima a la clase obrera en su propio nombre. Si se pretende libertad, tienen que ser las propias masas las que lleven a cabo dicha tarea, ya que si alguien lo hace por ellas llegamos a las consecuencias del estalinismo. Habrán de ser las masas las que disciernan qué está bien y qué está mal. Y si se equivocan, se equivocan ellos mismos, que a fin de cuentas serán quienes padezcan las consecuencias de los errores. Los jueces que se erigen en nombre del proletariado, y deciden lo que es bueno y lo que no, son simplemente tiranos, por más que se autodenominen comunistas.

El marxismo no es un dogma, es una herramienta en constante evolución que pretende la liberación de la clase obrera y no su esclavización por parte de una nueva forma de capitalismo, el Capitalismo de Estado. Ya habló Marx sobre los revolucionarios profesionales… aceleran revoluciones inmaduras dando como resultado el retraso o el aborto de la auténtica revolución… solo piensan en la subordinación a la revolución, de ideas, hombres… pero nada de ello debería ser así… es la revolución la que tiene que estar al servicio de los obreros, de sus ideas, y no al revés como pretenden los revolucionarios profesionales.

El auténtico papel de un revolucionario es que la ecuación 1 obrero = 1 revolucionario sea real, que se activen las conciencias obreras, hacer que la masa obrera con la conciencia activada sea cada vez más grande, porque cuando toda la masa sea consciente plenamente la auténtica emancipación de la clase obrera será un hecho. Los revolucionarios profesionales (en los que se apoya el leninismo) sólo buscan apoyos para hacer “su revolución”, la del capitalismo de estado donde unos pocos explotan en nombre del “Estado obrero” a la masa, donde se mantiene la alienación como en la sociedad capitalista tradicional, donde no existe la emancipación de la clase obrera.

Se debe leer a Marx y leer a Lenin, y cada persona sacará libremente sus conclusiones. Aunque no soy leninista y soy muy crítico con él, sí que le reconozco muchos aportes. Pero lo que es cierto es que muchos de los pilares de su pensamiento no son marxistas, sino un compendio de pensamientos, al servicio del antiguo populismo ruso, que utiliza el marxismo para darle cierta enjundia filosófico-económica. No llego a estar de acuerdo con Otto Rühle cuando decía: ”Lenin no era un dialéctico, sino un oportunista. Este equívoco caracteriza todo su sistema y toda su política y fue también una parte de la herencia de sus seguidores.” Y no estoy de acuerdo porque un oportunista no llega a dedicar su vida entera a un fin ni a escribir el compendio de teorías que realizó. Su forma de llegar al poder sí fue oportunista, pero no creo que sus ideas lo fueran. Se puede estar a favor o en contra (como en la mayoría de las ocasiones lo estoy yo), pero de sus escritos se pueden sacar conclusiones muy válidas, sobre todo porque de los errores del leninismo debe sacar conclusiones la clase obrera.

Las consecuencias del leninismo (y en primer lugar el stalinismo) constituyen otra derrota de la clase obrera de la cual dicha clase tiene que aprender, ya que como dijeran Marx y R. Luxemburg, uno de los caminos para llegar a la auténtica emancipación obrera es la de aprender de los errores y de los fracasos, sacando las conclusiones pertinentes. Lenin se dio cuenta tarde del monstruo que creó, intentó volver a los orígenes, pero ya era prisionero de su propia criatura… la muerte se cruzó en su camino y evitó que fuera una víctima mas de ella.
Rafael Clemente

[1] Trotsky desde 1917. Sus postulados anteriores habían sido muy críticos con las tesis leninistas, en una línea coincidente con las críticas formuladas por Rosa Luxemburg.

viernes, 21 de septiembre de 2007

AUTOEMANCIPACIÓN Y CONSCIENCIA

"La inteligencia propia de la masa en cuanto a sus tácticas y medios es para la acción socialista una condición histórica indispensable, tanto como la inconsciencia de la masa fue en otro tiempo la condición de las acciones de las clases dominantes.”[1]

El sistema capitalista es una organización de la producción y de nuestras vidas que está basada en tres fundamentos: el dinero, las mercancías, y el salariado. El capitalismo conlleva así en sus propios principios la desigualdad y la coacción, lo que engendra inevitablemente –en grados diversos- el egoísmo y la violencia.

La clase social con mucho más numerosa, la clase asalariada, sufre más duramente este sistema, puesto que, para (sobre)vivir, los individuos que constituyen esta clase deben procurarse regularmente dinero, estando obligados a obtener recursos mediante un trabajo asalariado que no es más que un trabajo impuesto. Las relaciones capitalistas mantienen una división entre “ganadores” y “perdedores”, siendo estos últimos siempre los más numerosos, sea el periodo considerado como de “crisis económica” o de bonanza, y sea cual sea el tipo de capitalismo reinante.

Esta situación hace que los asalariados constituyan según Karl Marx “una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se halla colocada ésta.”[2]

La conciencia de la necesidad de abolir el sistema capitalista, de reemplazarlo por una comunidad humana mundial (comunismo), emana de las luchas; y es igualmente a través de esas luchas que el movimiento de abolición del capitalismo podrá iniciarse, se desarrollará en una lucha conjunta, democrática y mundial, punto de partida de la elaboración de una nueva organización de la sociedad.

La emancipación, para ser conquistada, debe pasar por un proceso revolucionario dirigido por la inmensa mayoría. Esta auto-emancipación necesita de la lucha colectiva, y una toma de conciencia de la realidad del sistema mundial: la dictadura del trabajo impuesto, bajo la forma del salariado. Estos principios dominadores mantienen la competencia permanente como norma: la sociedad se fundamenta en una competición forzosa entre los seres humanos, en lugar de en relaciones elegidas, libres y lúdicas.

Nosotros tenemos la posibilidad de emanciparnos, a través de nuestra acción colectiva. Se trata de suprimir la competencia entre los seres humanos, de suprimir las barreras que suponen las clases sociales y las “nacionalidades”, de reemplazar la competición por la cooperación, y el dinero por la gratuidad generalizada.

Se podrá fundar así “la unidad de los hombres, fundada sobre la diferencia real de los hombres”[3]. El pueblo del mundo podrá construir una sociedad mundial, democrática, libre e igualitaria, liberada del capitalismo y las fronteras.
[1] Rosa Luxemburgo, Masas y Jefes
[2] Karl Marx, La Ideología Alemana
[3] Karl Marx, Carta a Ludwig Feuerbach de 11 de Agosto de 1844.

POR EL COMUNISMO DEMOCRÁTICO


La razón de ser de la militancia comunista es combatir la sociedad de clases que descansa en la jerarquía. Así pues, debe evitar sobre todo reproducir en su funcionamiento la jerarquía de la sociedad dominante, combatiéndola en todo momento. Como dice la letra de La Internacional: “ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador“. Una estructura comunista debe por tanto estar dirigida por todos sus militantes, y no encomendarse a jefes.
Luchar por la abolición de todas las formas de dominación comienza por impedir las formas de dominación en las organizaciones y las estructuras de lucha. Los comunistas democráticos son fundamentalmente y por naturaleza partidarios del libre desarrollo del pensamiento y de la más amplia democracia. No es posible combatir la alienación desde una forma alienada.
Los comunistas democráticos participan en las movilizaciones y militan para que éstas se desarrollen siempre de forma democrática. Nuestra consigna fundamental es que “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los propios trabajadores”[1]. Esto significa que los trabajadores deben ejercer colectivamente su propia dirección: los auténticos comunistas sostienen siempre la auto-organización de las luchas. Asambleas Generales, comités de huelga, coordinaciones generales: los ejemplos de estructuras de democracia directa creadas y dirigidas por los trabajadores y los jóvenes son muy frecuentes, aunque por el momento limitadas en el tiempo.
El paso de la movilización reivindicativa a la toma del poder se hará a través del desarrollo, el mantenimiento y la convergencia de esas estructuras de lucha, que deben convertirse en los instrumentos de autogobierno, reemplazando los órganos de gobierno de la burguesía. La totalidad del poder debe ser ejercida por estas estructuras de democracia directa creadas por los explotados en lucha, a todos los niveles: Asambleas Generales soberanas, comités de huelga, consejos obreros, coordinación internacional de Asambleas Generales y consejos. Ese es el proceso de una revolución democrática y socialista. La revolución debe abolir el salariado, el capitalismo y las fronteras, y reemplazarlos por la democracia directa a todos los niveles.
Los términos “socialismo” y “comunismo” han sido consideraros como opuestos debido a numerosas traiciones históricas. El término “socialismo-comunismo” nos parece que puede superarlas, afirmando la unidad de ambos términos.
La revolución socialista-comunista es la conquista de la verdadera democracia. “En lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases sociales y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos”[2]. La libertad real del individuo no puede lograrse más que por la conquista de la libertad por todos. En la sociedad capitalista, la inmensa mayoría no es libre. Es más, un ser humano, una clase social, un pueblo que es oprimido por otro no puede ser verdaderamente libre: la emancipación de los trabajadores permitirá la emancipación de la Humanidad en su conjunto.
El movimiento de liberación de la Humanidad sólo podrá ser producto de la acción de la mayoría. “El socialismo no se realizará desde el poder o mediante decretos, aunque emanen éstos de un gobierno socialista, por muy perfecto que éste sea. El socialismo sólo podrá ser realizado por las masas, por cada proletario”[3]. Él trata por tanto de abolir las relaciones de dominación, como medio y como fin de la revolución.
Las condiciones previas del socialismo-comunismo son la expropiación del capital y el fin del trabajo asalariado, terminando con la desaparición de las clases sociales y de la explotación. “La clase obrera debe grabar en su bandera la consigna de carácter revolucionario , que es su objetivo final”[4]. El objetivo es sustituir el trabajo asalariado por la propiedad común de los medios de producción, por su apropiación colectiva, y producir únicamente para la satisfacción de las necesidades (de forma opuesta a la producción para obtener beneficios propia del régimen capitalista). Del mismo modo son objetivos la colectivización de los medios de transporte, la dirección de la producción por los propios trabajadores y el fin de la división del trabajo.
Nuestro objetivo es el fin de todas las opresiones y alienaciones. Para que el ser humano sea verdaderamente libre, tiene que liberarse de todas las instituciones creadas para mantener y justificar la opresión: los Estados, la “democracia” representativa, los ejércitos,… Por el contrario, el socialismo-comunismo será una sociedad sin fronteras ni opresión.
La violencia es claramente nuestra enemiga. “La sociedad capitalista no es otra cosa que la dominación más o menos velada de la violencia”[5] La única respuesta verdadera y duradera contra la violencia de clase es la acción colectiva y solidaria para terminar con la división de la sociedad de clases. Se deben combatir todas las formas de discriminación (racismo, sexismo,…). Evidentemente, nosotros las combatimos en el marco de la sociedad actual, tratando de obtener avances a veces muy importantes, pero sabiendo que sólo la abolición del capitalismo, del trabajo asalariado y del patriarcado, suprimirá todas las discriminaciones, permitiendo la construcción de una sociedad libre e igualitaria, de una humanidad unida.
“Luxemburguismo” (como los restantes “marxismos”) es un concepto muy imperfecto, pues hace referencia a una sola persona. Pero los hechos están ahí y desgraciadamente ningún otro término define tan claramente como éste lo que es el “marxismo democrático”: la participación en el movimiento real –“el movimiento autónomo de la inmensa mayoría”[6]- que lucha por abolir el orden establecido y por construir una sociedad sin Estado, sin clases sociales, sin dinero.
[1] Kart Marx, Declaración inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores. 1864
[2] Kart Marx, Manifiesto del Partido Comunista.1848
[3] Rosa Luxemburgo, Discurso sobre el programa, 1918.
[4] Carta de Marx a Kugelmann
[5] Kart Liebknecht
[6] Kart Marx, Manifiesto del Partido Comunista

¿QUÉ ES DEMOCRACIA COMUNISTA (LUXEMBURGUISTA)?

¿Quiénes somos?

Democracia comunista es heredera del movimiento democrático obrero, y lucha:

  • por la abolición del capitalismo, del trabajo asalariado, y de la división de los seres humanos en clases sociales;
  • para poner fin a la dictadura de la clase capitalista, y establecer la democracia directa;
  • por una sociedad socialista-comunista;
  • para acabar con el sexismo y el patriarcado;
  • contra todas las formas de racismo, de nacionalismo y de patriotismo; por la abolición de todas las fronteras.

El objetivo es participar en el movimiento real del proletariado mundial por la mejora de las condiciones de vida, y para cambiar la sociedad – militando, entre otras cosas, por la propiedad colectiva de los medios de producción, de transporte, de comunicación, así como para suprimir los estados.
Una revolución socialista-comunista internacional sólo podrá ser llevada a cabo de manera democrática, y la democracia auténtica solo podrá ser conquistada por una revolución de este tipo.
La lucha por el socialismo-comunismo implica necesariamente el fin de la división entre los que dirigen y los que ejecutan. Esta separación debe dejar de existir en las luchas y en las estructuras de lucha: Asambleas generales, colectivos, comités de huelga, consejos, sindicatos, partidos… La democracia interna a todos los niveles y de manera constante es una exigencia indispensable, lo cual implica el rechazo de todo sistema de “permanentes” y “profesionales”, la dirección de un movimiento o de una estructura debe permanecer en las manos de todos los que forman parte de ella. Este funcionamiento basado en la democracia directa es una prefiguración de la democracia directa que será establecida en una sociedad libre y emancipada, liberada de toda forma de alienación.
El luxemburguismo es un pensamiento marxista revolucionario, libre y en movimiento. Es una herramienta que puede ser cambiada, mejorada y superada, en la lucha de las clases dominadas (trabajadores, desempleados…) contra la clase dominante y contra la sociedad de clases misma.
En el ámbito cotidiano, participamos, en la medida de nuestras posibilidades, en el movimiento real por la abolición del capitalismo y el establecimiento de la democracia directa mundial.
Nos inspiramos en diferentes corrientes revolucionarias democráticas que han existido en los dos últimos siglos. En particular, nos reclamamos de la tendencia “luxemburguista” de los movimientos de comienzos del siglo 20, pero también de la corriente “marxista de izquierda” de Mayo-Junio de 1936, del Mayo de 1968 y de las diferentes movilizaciones por la emancipación en el mundo entero.
Inspirándonos en los análisis de Rosa Luxemburgo (a partir de 1903 para la teoría y a partir de 1918 para la práctica), observamos que las políticas de los “leninistas” en el poder fueron dramáticamente opuestas a nuestros principios marxistas. A partir de 1917 y hasta hoy en día, los diferentes gobiernos de obediencia “leninistas” han dejado atrás todos los objetivos del socialismo y del comunismo; por el contrario, han establecido un sistema estatalista, jerárquico y autoritario, de partido único y con una economía capitalista centralizada. Esos partidos han abandonado los principios revolucionarios y democráticos más elementales, y sus dirigentes se convirtieron en nuevas clases dominantes y explotadoras.
Militamos por una revolución democrática mundial dirigida por el propio pueblo, con los objetivos siguientes:

  • la conquista de la democracia directa;
  • la abolición del capitalismo y del trabajo asalariado;
  • la socialización democrática desde la base;
  • el fin del sexismo, del racismo y de los nacionalismos;
  • la supresión de los estados y de las fronteras;

Esta nueva sociedad, de tipo socialista-comunista, será “una asociación en la cual el libre desarrollo de cada cual es la condición del libre desarrollo de todos” (Carlos Marx, El Manifiesto Comunista).
Con este objetivo, alentamos las luchas populares dirigidas colectivamente. Las estructuras creadas en las luchas (consejos, Asambleas, coordinaciones,…) serán revolucionarias a condición de que sean completamente democráticas; si toman el poder por si mismas (sin delegarlo a organismos exteriores, como ocurrió desgraciadamente en Rusia en octubre 1917 y en Alemania en noviembre de 1918); si coordinan la destrucción del modo de producción capitalista y todos sus componentes.